La comida casera fue una revelación para mí cuando me enteré con 18 que en mi casa no teníamos conocimiento de qué era. Resumiendo la historia fue así.
"Hecho de menos la fabada de mi casa"
-"¿No es Litoral?"
"Hecho de menos las albóndigas de mi madre"
- ¿No son de lata?
"Mi abuela hace unas empanadillas riquísimas"
- "¿No son de La cocinera?"
Así podría seguir infinitamente. Mi madre debió ser la primera ama de casa española que compró tortilla de patata congelada. Congelada, en cajita de cartón, nada de refrigerada. La tortilla más seca del planeta era cenada en mi casa con relativa frecuencia. Dependemos tanto del congelado que tenemos una nevera combo además de un congelador XL. Esto se hereda, tenía yo 6 años y mi abuela ya se encargaba de que Bostfrost llamara a su puerta. Mi madre es clienta vip. Y yo no escaparé al destino.
Durante mucho tiempo, el menú de mi casa era tal que así:
- Lunes: pollo asado evidentemente comprado.
- Martes: pescado de mentira (así conocemos en mi casa al pescado congelado)
- Miércoles: los miércoles era una sorpresa, porque se compraba la comida ya preparada.
- Jueves: Filete a la plancha.
- Viernes: pescado de verdad.
- Sábado: pasta con tomate.
- Domingo: cocina cerrada, fuera a comer.
Las cenas era un aleatorio entre tortilla congelada, perrito caliente o sandwich, menos los viernes que había Telepizza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario