martes, 24 de agosto de 2010

Se venden como churros

Desayunaba alegremente el otro día porras con churros en San Ginés. Más porque debían ser las 6 a.m. de la mañana e iba recién salida del Honky Tonk que por el entuasiasmo de verme ante una taza de chocolate caliente en pleno agosto. En la mesa de enfrente cuatro tiernas niponas mojaban churros en cocacola. Qué "tipical" estampa.

El sábado por la tarde Manu me contaba que en Japón San Ginés ha abierto franquicia. Así que cuando llegué a casa tuve que buscar la noticia. Don Hideto Maeda, avispado empresario, se ha personalizado el cuento de Mahoma y se ha dicho que si los japoneses van a los churros, los churros también pueden ir al país del sol naciente (mucho más fácil que mover una montaña, dónde va a parar). No se anda con chiquitas el churrero nipón: ha abierto en pleno centro de Tokio; ha vestido a sus camareros de blanco y negro; los ha coronado con una gorrita de chulapo y hasta ha inscrito al personal en una academia de idiomas para que aprendan a decir en español "chocolate con churros". Por no tener un "pero", Don Hideto ha mandado al churrero jefe un mes a Madrid de becario a ver si le coge el punto a lo de freír la masa. Se lo ha tomado en serio, aunque los suyos de momento no sirven para empapar noches de marcha: cierran antes de las doce de la noche. No todo iba a ser perfecto.

El señor Maeda es el Ferran Adriá de los churros: un revolucionario. Los sirve de colorines, sabores y hasta con forma de corazón. Pues vaya porra de churros. El listo de Hideto se ha sacado el Dunkin Churros de debajo de la manga.